La educación sentimental de una seducida y abandonada en Barcelona

3/11/08

Dry Martini



La otra noche, en un lugar, repletísimo de gente y roce corporal, alquien me preguntó si creía que existía la posibilidad del amor en BCN.

Por supuesto, dije que no.

Lo negué con la misma seguridad con la que habría contestado si me hubieran invitado a ver la última de los hnos Cohen doblada al español o si me ofrecieran agregarle salsa brava al menú.

Y mentí.
(Sí vería la peli en español y me está empezando a gustar el picante).

Creo que el amor es casi una experiencia situacionista: nos asalta anárquicamente de la forma más inesperada, esperando el colectivo o en un amable intercambio de opiniones sobre el clima en un ascensor.

Pero situacionista no es lo mismo que situación.

Uno no puede, así como así (no sé si existe esta frase en castellano) lanzarse a votar por el amor en la furia semental de un viernes por la noche en El Sifó.

El amor no es una experiencia de situación.

Siempre me cayeron mal las asesoras sentimentales de turno que me señalaban que no sé "aprovechar la situación". Y, ahora, definitivamente, no solo conozco el porqué, sino que hasta puedo autojustificarme con "motivos ideológicos".

El amor atenta, en las charlas más triviales, sobre el clima, el resultado de la Formula 1 (ayer escuché a una amiga preguntandole eso a su pareja por telefono y, dije, eso es amor!) o en esas ganas que te asaltan, inesperadamente, de hablar de cualquier cosa, durante horas. Es esa experiencia de tontera disgresiva y repleta de pequeños sobresaltos cotidianos, como en Punch Drunk Love (Embriagado de Amor), de Paul Thomas Anderson, con Adam Sandler, haciendo genialmente de sí mismo: un tonto enamorado. La historia de amor entre él y Emily Watson se desvía en constantes charlas inocuas e intrascendentes, como sobre como sumar puntos para conseguir vuelos más baratos.

Y, por eso, contra los escepticos que opinan que el amor es una droga dura; creo que la experiencia del amor es, sobre todo, similar a un Dry Martini.
Porque es una bebida madura y poderosa.
Porque deber ser degustada con paciencia.
Porque, algunos, la comparan con la ceremonia del té en Japón.
Pero, sobre todo, como dijo un mítico barman del hotel Savoy de Londres, porque "hay que beberlo despacio, pero mientras todavía te sonría".

A modo de epílogo, acá va la receta del amor . Que la disfruten!!

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