La educación sentimental de una seducida y abandonada en Barcelona

26/10/09

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No puedo creer que haya dejado pasar casi tres años para ir a ver "Me, you and everyone we know" (2005).
Fuí sola y en la sala había dos o tres curiosos más, asistiendo al cierre de una muestra de arte en el Centre Civic de Poble Nou.
Pantalla grande, subtítulos y una sensación de intimidad ajena al ruido de fondo, el cuchicheo constante, la vibración de los móviles y el olor a popcorn de mis escasas excursiones al cine.
Gracias a la falta de tratamiento de los cristales de mis gafas, estos aparentan ser bastante gruesos. Y así puedo disimular cuando se empañan un poco. Sin embargo, esta vez se me empañaron bastante.
Como se le empañaban a mi abuela en nuestros maratónicos domingos de pelis estilo Los puentes de Madison o Africa Mía.
Si bien en la peli de July no se plantean exclusivamente desencuentros sentimentales, creo que, igual, me emocioné bastante. Sin embargo, no creo que eso haya sucedido gracias al poder alquímico de July para decirnos: Pare de sufrir! Usted puede sanar su vida!
Creo que lloré porque me había dado cuenta de que me había privado demasiado tiempo de ver esa película.

Hace dos años, estaba en la parada de los 50, en la Av. 27 de Abril. Me había juntado con A. Ella había trabajado en un renombrado cineclub municipal y mantenía algunos amigos allí, por lo cual iba con frecuencia.

Recuerdo que estaba luchando contra mi creciente miopía, para develar el número del bus que arrancaba desde el semáforo, cuando sus palabras me dejaron estaqueada al suelo.

- Lo ví a C. en el cine ayer. Iba con una colorada, llena de pecas. No tiene 18 años, ni a palos.

Se me pasó el bus.

Mi amiga advirtió que la transformación operada en mi cara no era consecuencia de los treinta minutos que tenía para esperar el próximo bus e intentó cambiar de tema. Pero yo tenía que llegar al fondo del asunto.
Tenía que pasearme por la experiencia cenagosa y resbaladiza del despecho.

- ¿Y qué película fuiste a ver? Le pregunté a A.

Evidentemente, no me interesaba qué película había visto mi amiga. Sólo necesitaba asignarle un nombre a MI película.
A ese thriller paranoico donde trataba de identificar entre diferentes sospechosas a la zorra que C. invitaba al cine ahora.

Casi tres años después, creo que me reconcilié con Miranda July. La primera vez que ví el afiche del film, deduje que el lugar privilegiado asignado a la pareja protagonista, sumado al exceso de color rosa en su diseño, adelantaba alguna british comedy a lo Four Weddings and a Funeral. El tipo de comedia que le encantaba a C.

Sin embargo, no fue así. Y empecé a llorar porque sabía que al final de ésta, al salir de la sala oscura, empezaría otra película.

El thriller paranoico había terminado.

Y ahora empezaría una comedia romántica o un musical o, quizás, una de aventuras.
Y eso, por suerte, todavía yo no lo sabía, ni él, ni todos los demás.

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