La educación sentimental de una seducida y abandonada en Barcelona

27/12/09

El Acontecimiento



Así como la ciencia ha podido aislar la experiencia de besar para identificarla como una actividad física que estimula la parte del cerebro que libera oxitocina y adrenalina, aumentando el ritmo cardíaco, la tensión arterial y el nivel de glucosa en la sangre, creo que los besos pueden escindirse de ese complicado contexto que son las relaciones sentimentales.

Mi primer beso fue a los doce años.

Todavía recuerdo el cruce de calles, el ruido del tránsito, la presión de mi cuerpo contra la pared, los dientes de D. contra mi boca.

D. tenía 14 años. Era alto, delgado y tenía una cara armónica, angelical y pecosa.
Y la típica expresión pícara de un niño travieso ilustrado por Norman Rockwell.
Sin embargo, tenía un diente de lata y una pequeña cicatriz en la ceja izquierda, las huellas dejadas por un accidente de auto ocurrido dos años antes. D. estuvo hospitalizado varios meses y por eso perdió un año lectivo.

D. tenía un hermano un año menor, P., con el cual había terminado la primaria asistiendo ambos al mismo curso. P. era el novio de mi amiga M.

Por novio, entendíamos en ese momento, una persona con la que te cruzabas en la calle dos o tres veces por semana. En general, eran como relaciones de sexo casual, pero sin sexo. Intercambios fugaces de saliva que nunca se prolongaban más de cinco minutos. Pero se perpetuaban en el recuerdo del olor del sudor del otro, el color de la camiseta, el brillo del gel en el cabello...

M. era parte de un corrillo de cinco insoportables pre-adolescentes del cual yo formaba parte: A., quién tenía una familia simpática y particularmente tolerante, y una casa grande, la cual era nuestro cuartel central de operaciones, coartada para salidas nocturnas y asilo político en caso de problemas familiares.
N. que vivía en otro barrio y era con la que más me reía. Nos seguimos viendo hasta después del instituto. Siempre le gustó dibujar y estudió diseño, pero le perdí el rastro en mi primer año de universidad.
L. fue una de esas enemigas íntimas con las que pasas de la complicidad a la total indiferencia mutua en un sólo día. Con L. compartíamos intereses pero éramos muy competitivas. Nos unía, además, que ambas éramos las hijas de padres separados. Nos seguimos cruzando hasta ahora. Ella estudió Historia y actualmente es profesora, tiene dos hijos y tenemos algunos amigos en común. Sin embargo, no puedo recordar cuando fue la última vez que me reí con L.
Sólo recuerdo la expresión de su cara, cuando sospechaba que había intentado besar a su novio, que por aquel entonces, era el mísmisimo D. el artífice de mi primer beso.

D. era, un año después de El Acontecimiento, el primer novio oficial de L. lo que alentaba todo una política de intercambios, cruces, prestámos, trueques y otras promiscuidades que condimentaban la economía emocional de nuestro grupo.
Sin embargo, L. no estaba dispuesta a pasar del proteccionismo al librecambio y me alejó, bajo amenaza de retirar todas sus acciones de la gran empresa de nuestra amistad.
A pesar de todo, unos meses después L. ingresó exitosamente al mercado libre y le birló el novio a A. lo que desencadenó uno de los primeros grandes complots y la expulsión más teatral del grupete. L. le había roto el corazón a D. y ahora, hasta se besaba con el ex de A.
Con N. éramos mudas testigos de todo y especulábamos, distantes, haciendo nuestras apuestas y disfrutando de las grandes crisis sentimentales de la vida de los demás.

Mi último gran beso fue en mi última fiesta de cumpleaños. Lo exigí a manera de prestámo. Todavía lo estoy pagando. Y con intereses.

Estoy convencida de que los besos que se recuerdan nada tienen que ver con la continuidad del vínculo previo o posterior a este acontecimiento.
Sin duda, los que mejor se rememoran son producto de ocasiones inesperadas, eventos sorpresivos que perpetuan la adrenalina del primer contacto con los labios de otro.
Y eso porque la intensidad de un beso es geométricamente inversa a la duración de una relación. Cuanto más dura el vínculo, menos intenso es el recuerdo.
Salvo, el del primer beso y el último, por supuesto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja muy buena historia, ya se qien es D y P.....

Leslie Anne dijo...

Da la cara, anónimooooooo